El XIX fue el siglo de los primeros detectives privados. ¿Pero qué factores históricos y socioeconómicos pudieron contribuir a su aparición? En este artículo hablaremos de ello, fundamentándonos en el libro Todo lo oye, todo lo ve, todo lo sabe (2020) del periodista José Luis Ibáñez.
La nueva burguesía en el siglo de los primeros detectives privados
Así es como Ibáñez nos introduce en esta cuestión (p. 25):
El periodo que fue de 1789 a 1851 —esto es, desde la Revolución francesa hasta el final de las revoluciones liberales de 1848— sirvió para inaugurar un tiempo marcado por la industrialización, la glorificación del individuo y la secularización de la sociedad. Su expresión política fue el liberalismo. En la práctica, entre otras cosas, comportó la decadencia de la agricultura frente a la industria y la aparición de nuevas instituciones económicas.
Nos recuerda el autor que el concepto de burguesía se amplió. A partir del siglo XVIII y durante el siglo XIX, además de los comerciantes, fabricantes, empresarios, propietarios del capital y banqueros, también habría que incluir en dicho concepto a médicos, abogados y otros profesionales liberales, profesores de enseñanza secundaria y universitaria, jueces, altos funcionarios de la Administración, y directivos y técnicos de grandes empresas.
En ese contexto, «la familia pasó a ser una instancia fundamental para garantizar la continuidad de los negocios y de las fortunas entre las diversas generaciones» (Ibáñez, 2020, p. 26).
Todo ello contribuyó, según Ibáñez, a que aparecieran nuevas actividades profesionales vinculadas a las necesidades personales, familiares y empresariales de la burguesía. «La de detective privado fue una de ellas» (Ibáñez, 2020, p. 26).
Aumento de la inseguridad en las (nuevas) ciudades
En el siglo XIX se multiplicaron las nuevas ciudades en Europa y América. Asimismo, la populación de las ciudades se aumentó de manera exponencial.
Ibáñez afirma que «buena parte de la riqueza del siglo XIX se debió al crecimiento de las ciudades. Eran centros industriales y comerciales que atraían a una población cada vez mayor procedente de las zonas rurales» (p. 26). Pero ello, al mismo tiempo, supuso un problema de inseguridad para la burguesía al que hubo que darle una solución desde el ámbito público y privado —teniendo en cuenta que la investigación privada estaba muy ligada a la seguridad privada y la vigilancia— (Ibáñez, 2020, p. 27):
Las avalanchas de emigrantes provocaron el crecimiento de los suburbios obreros. La burguesía lo veía como una amenaza y se dispararon sus miedos, exigiendo una mayor seguridad. Hubo distintas respuestas a esta demanda: desde el Estado se creó la Policía, mientras que de la iniciativa privada surgieron las empresas de seguridad y vigilancia.
El alumbrado de gas y la globalización en el siglo de los primeros detectives privados
La aparición del alumbrado público de gas a principios del siglo XIX cambió los hábitos de los ciudadanos. En cierta manera, se aumentaron las horas del día tanto para los negocios como para el ocio, y, con ello, también para la comisión de actividades licenciosas o prohibidas (Ibáñez, 2020, p. 28):
El seguimiento de parientes de vida disoluta, por encargo de sus familias, las infidelidades matrimoniales y el desenmascaramiento de empleados que metían la mano en la caja para pagar sus excesos se convirtieron en fuentes de ingresos de las primeras agencia de investigación privada.
A su vez, a consecuencia de la globalización de los flujos del capital, las grandes agencias de información comercial y de investigación privada «multiplicaron sus delegaciones nacionales y en el extranjero» (Ibáñez, 2020, p. 31). Los actos ilícitos e ilegales también se habían globalizado, lo cual exigía en algunos casos realizar investigaciones privadas transfronterizas (Ibáñez, 2020, pp. 31-34).
Conflictos laborales y el miedo del liberalismo
En el siglo de los primeros detectives privados los conflictos laborales y las reivindicaciones sindicales estaban a la orden día. Ante tal situación, y a diferencia de lo ocurrido en España, en la segunda mitad del siglo XIX en EEUU se contrataron «guardias privados para que actuasen en fábricas, minas, ferrocarriles y grandes industrias amenazadas por huelgas» (Ibáñez, 2020, p. 39). Especifica Ibáñez que «desde 1869 hasta 1892, los guardias uniformados y armados de la Agencia Pinkerton actuaron en setenta y siete huelgas» (p. 39).
Por otra parte, «con el liberalismo se dispararon los miedos sociales y económicos» (Ibáñez, 2020, p. 40). Es decir, «el burgués temía arruinarse o a que lo arruinaran, tenía pánico a perder su estatus y reputación y, por encima de todo, le asustaba el escándalo» (p. 40). Sin embargo, «el liberalismo desconfiaba del control estatal y prefería encontrar sus propias formas de supervisión en la iniciativa privada» (p. 40). La razón es que «las familias acomodadas tenían miedo a que inspectores y jueces hurgaran en sus asuntos y sacaran a la luz sus trapos sucios» (p. 40). Así pues, «el primer cometido del detective particular era el de mantener en la esfera privada los problemas privados. Y, en la sociedad del XIX, nada se consideraba más privado que la familia y el dinero» (p. 40).
Transformación de la familia: herencias, divorcios y servicios domésticos
La familia fue evolucionando, tal como explica Ibáñez (p. 42):
En concepto mismo de familia sufrió una lenta transformación. En las ciudades, la familia extendida propia de la vida rural, formada por parientes de varias generaciones que vivían juntos, dio paso a la familia nuclear, centrada en el matrimonio y sus hijos, mejor adaptada las nuevas necesidades laborales, de vivienda y de movilidad.
Aquello, según el autor, quedó reflejado en la legislación relativa a las herencias. «La tradicional transmisión preferencial, que beneficiaba a un solo descendiente, fue dando paso a una transmisión igualitaria, basada en el reparto de bienes entre todos los hermanos» (Ibáñez, 2020, p. 42). En consecuencia, «las búsquedas de herederos y las reclamaciones sobre herencias se incorporaron muy pronto al catálogo de servicios de los primeros detectives» (p. 42).
Igualmente, la infidelidad del cónyuge era una amenaza para la estabilidad familiar y económica. Así pues, la promulgación de las primeras leyes del divorcio contribuyó a un aumento en el encargo de investigaciones privadas relacionadas con el adulterio (pp. 42-43).
La transformación de la familia nuclear también conllevó a la contratación de personal para servicios domésticos. Mas «nadie quería arriesgarse a meter en su casa a un asesino, a un violador o a un ladrón» (Ibáñez, 2020, p. 44). Ante ello, las agencias de detectives ofrecieron sus servicios para investigar a los posibles candidatos (p. 44).
Con el tiempo, la gama de servicios de los detectives privados fue ampliándose para responder a las nuevas necesidades sociales.
Muchas gracias por la lectura tan atenta de mi libro y por citarlo de una forma tan correcta.