En un artículo previo hablamos del origen de la perfilación criminal y explicamos que el mismo tuvo lugar como resultado de la investigación de los asesinatos de Jack el Destripador a finales del siglo XIX en Londres. ¿Pero quién fue el Destripador? ¿Qué sabemos hoy de él? De eso nos ocuparemos en este artículo, aunque sea muy someramente. Para ello, tomaremos de referencia el libro La mente criminal (2020) de Vicente Garrido.
¿Quién fue Jack el Destripador?
La realidad es que después de más de un siglo transcurrido desde las atrocidades cometidas por el asesino de Whitechapel seguimos sin conocer su identidad. Y ello a pesar de que a lo largo de este tiempo hayan aparecido diferentes teorías sobre el autor de los crímenes.
Por ejemplo, Robin Odell sostiene que Jack el Destripador tuvo que ser un matarife judío. Esta teoría —que es una de las más aceptadas, aunque no probadas— se debe al modus operandi del asesino, al conocimiento de la anatomía humana del que éste disponía y a la facilidad con la que podría esconder las vísceras extraídas entre las vísceras y sangre de animales.
Teorías vinculadas a la realeza
El Dr. Thomas Stowell acusó de forma velada al príncipe Alberto (el duque de Clarence) de ser el asesino. La razón principal para fundamentar esta teoría era la creencia —no probada por los historiadores— de que el príncipe Alberto había contraído la sífilis de las prostitutas y que, en consecuencia, las matanzas no serían sino una venganza por su parte.
Existe también una teoría de la conspiración, como una variante de la anterior, que alega que el Destripador fue el Dr. William Gull, el médico personal de la reina. El objetivo de los asesinatos sería ocultar que el príncipe Alberto se había casado con una prostituta y que habían tenido un hijo en común, para lo que era necesario eliminar a los testigos de tales supuestos hechos.
Ninguna de las dos teorías está demostrada mediante pruebas.
Los perfiles elaborados por el FBI sobre Jack el Destripador
En 1981 los investigadores del FBI realizaron la siguiente perfilación del asesino: «Hombre blanco, entre 28 y 36 años, que vivía o trabajaba en el distrito de Whitechapel. Su ocupación era […] posiblemente la de carnicero. Su aspecto no levantaría sospechas, y probablemente fue interrogado por la policía y excluido como sospechoso» (Garrido, 2020, p. 79). También creyeron que el autor de los crímenes pertenecía a la baja clase social y que padecía algún tipo de incapacidad. Asimismo, concluyeron que éste probablemente sentía una gran ira hacia las prostitutas.
Posteriormente, en 1988, el FBI agregó que Jack el Destripador fue un asesino sexual desorganizado. Éste conseguiría la gratificación sexual mediante su cuchillo en el acto de los asesinatos, pues no había evidencias de violación sexual. Y las mutilaciones se deberían al miedo y odio que el asesino sentía para con las mujeres. Aaron Kosminki, inmigrante polaco esquizofrénico, residente en Whitechapel, era quien encajaba en dicho perfil. Éste, parece ser, era conocido en la zona por su odio las mujeres. Y el hecho de que los asesinatos cesaran después de su ingreso hospitalario se presentó como una razón más a favor de esta teoría. Teoría que, no obstante, tampoco pudo ser probada.
El supuesto diario del supuesto asesino: James Maybrick
En 1993 el electricista Mike Barret encontró un diario, presuntamente escrito por Jack el Destripador, quien, según los defensores de esta teoría, no era otro que el hombre de negocios James Maybrick. El diario recogía los presuntos crímenes cometidos y las páginas iban firmadas por «sinceramente suyo, Jack el Destripador».
De todas formas, y a pesar de que David Canter destacara el valor criminológico del diario, los especialistas no se pusieron de acuerdo sobre la autoría y autenticidad del mismo.
La teoría de Patricia Cornwell respecto a Jack el Destripador
La novelista Patricia Cornwell cree y defiende que el verdadero Jack fue el pintor William Sickert, amigo del previamente mencionado príncipe Alberto. Los crímenes, según la escritora, vendrían causados por un trauma emocional del pintor debido a unas operaciones vinculadas a una fístula en el pene. Como reacción a ese sufrimiento se constituiría la personalidad psicopática de Sticker, mantiene Cornwell. Para ella, el pintor no sería un asesino desorganizado, como alega el FBI, sino organizado. Por su parte, el crítico Clive Bell describió a Sticker como un hombre sin principios.
Sin embargo, la teoría de Cornwell tampoco ha recabado la unanimidad entre los especialistas en la figura de Jack el Destripador. Entre otras razones, porque ni siquiera existe un sólo informe médico que pruebe el problema de salud físico aludido.
¿Por qué han fracasado las investigaciones?
Tal como afirma Garrido (2020, pp. 73-75), la policía en 1888 no estaba preparada para hacer frente a un asesino de las características de Jack el Destripador. La criminalística, dedicada al ámbito forense, se encontraba en pañales.
Se conocía muy poco del comportamiento de la sangre. No se podían estudiar los fluidos corporales para determinar el grupo sanguíneo o el ADN. En caso de que se hallara semen en la escena, no hubiera tenido valor forense.
En la época victoriana no se estudiaba la temperatura corporal del cadáver ni la temperatura atmosférica del escenario del crimen. Y los médicos que trabajaban en la escena del crimen no disponían de conocimientos en antropología forense. Tampoco se analizaban las huellas dactilares como prueba de identificación.
En aquel entonces, el método principal para la identificación de individuos, con objeto de vincularlos a un crimen concreto, era la antropometría, fundada por Alphonse Bertillon en 1879. Método muy limitado para acometer una investigación de los hechos aquí tratados. Téngase en cuenta que todavía hoy los especialistas ni siquiera se ponen de acuerdo en el número real de asesinatos cometidos por Jack el Destripador, si bien parece haber unanimidad en que hubo al menos cinco víctimas: Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes (también conocida como Kate Kelly) y Mary Jane Kelly.
Fueron muchas las pruebas que se confundieron, perdieron y se pasaron por alto. Numerosos documentos oficiales desaparecieron, llegando incluso algunos a manos de coleccionistas. Y las pruebas recogidas, no resultaron suficientes.
A modo de conclusión, consideramos que, en estas circunstancias y habiendo transcurrido más de 130 años de aquellos crueles hechos, será sumamente difícil desterrar la verdad sobre la identidad de Jack el Destripador.
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