Reflexiones sobre el límite explicativo de la psicología del crimen
Frente al reduccionismo psicológico
Como bien adelantamos en nuestro primer artículo, dedicaremos este blog a abordar también las vinculaciones entre la psicología y la criminología. En este artículo hablaremos de la psicología del crimen.
Para empezar, y con el objeto de aproximarnos a cómo el psiquismo puede influir en la comisión del crimen, es menester tener algunas ideas claras. Con frecuencia —probablemente por una necesidad psicológica—, se intentan explicar los fenómenos sociales mediante una sola causa. Esto puede proporcionar cierto sosiego —al menos temporal— a quien así proceda. Sin embargo, en la esfera de los avatares psicosociales, la respuesta unicausal carece tanto de base científica como de pretensión verídica. Lo que se hace, de esta forma, es simplificar lo complejo. Hacer comprensible —aunque sea ilusoriamente— aquello que previamente no se comprendía. Mas, obviamente, es un error razonar de esta guisa si lo que se pretende es conocer la verdad.
Algo así ocurre cuando se pretende explicar un hecho criminal únicamente mediante categorías psicológicas. Es decir, aludiendo a las emociones del criminal, a sus ideas extremas, a sus traumas infantiles, a sus anhelos profundos, etc. De esta manera, se incurre en un psicologismo o reduccionismo psicológico. Desgraciadamente, se trata éste de un sesgo no poco habitual entre profanos e incluso profesionales de la psicología. Se suele tomar la parte por el todo, reduciendo la realidad a la esfera subjetiva del ser humano.
Una compleja causalidad
Muy al contrario, los fenómenos sociales pueden y deben ser explicados desde múltiples perspectivas. Desde la historia, la antropología, la economía, la política, la biología, la psicología, la educación, la sociología, la estadística, el derecho, etc. Los hechos criminales también, en tanto que fenómenos sociales, hallan una explicación parcial en las diversas parcelas del saber humano. Lo fundamental es comprender que es el conjunto de todas esas disciplinas el que nos proporcionará una explicación amplia y compleja. Ahora bien, a pesar de ello, debemos aceptar que ni siquiera dicha explicación llegará a ser alguna vez total. No obstante, se encontrará a buen seguro más cerca de la verdad que una explicación monocausal.
Es preciso matizar que lo anterior no quiere decir que todos los factores tengan la misma trascendencia causal en un fenómeno criminal determinado. Puede haber elementos más influyentes que otros. Verbigracia —y sin ánimo de generalizar—, un robo concreto llevado a cabo por individuos de un barrio marginal puede estar muy influenciado por la situación socioeconómica, aunque también en cierta medida por otros factores como la influencia familiar, la oportunidad, la política, etc.
Lo precedente tampoco significa que dicha importancia causal de las variables tenga que ser siempre la misma en fenómenos similares. A modo de ejemplo —por poner un caso no muy diferente al anterior—, un robo llevado a cabo por un drogadicto puede estar especialmente influenciado por su malestar psicológico, y en menor medida por circunstancias económicas, familiares, culturales, etc.
Más de lo mismo podemos afirmar respecto a la causalidad de fenómenos claramente distintos.
Conclusión sobre la psicología del crimen
Así pues, cuando hablamos de la psicología del crimen, hemos de evitar caer en simplismos y tópicos. Hay que considerar los factores psicológicos como una causa más de los actos criminales, y no como una causa única. Además, el peso que los factores psicológicos tendrán en comparación con otros en el conjunto de la explicación causal del fenómeno criminal será desigual y variable, dependiendo de cada caso. A fin de cuentas, a pesar de que sea cierto que con estudios realizados a gran escala es posible extraer conclusiones más generales, lo general nunca sustituye ni invalida lo concreto.
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